Lo primero de todo, pediros perdón por la "largura" de éste post, pero no he podido sintentizar más. Yo sufrí los efectos de un
descalificador. Han pasado ya muchos años. Entiendo que son etapas de la vida;
la juventud, el querer agradar, el qué dirán. Pero hoy, un poco más entrado en
años y con bastante menos pelo -posiblemente algo tuvo que ver-, cada que vez que recuerdo aquella etapa, me ronda por la cabeza siempre la misma
duda: ¿y si lo hubiera cogido del cuello?. Hay un dicho que dice que uno no se arrepiente
de lo que hace, sino de lo que no hace.
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¡No!, posiblemente la hubiera fastidiado.
Aquel tipejo, me acosó, me amargó la vida y me hizo vivir en un estado
de incredulidad y de duda constante. Como si de una peonza se tratase, iba y
venía a su antojo. Me difamaba por detrás y me alababa cuando le llamaba por
teléfono para preguntarle si era verdad aquello que decía de mí a mis espaldas. Era un embaucador, un maestro de la mentira. Un vago.
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No quiero seguir. Se me calienta la
cabeza, la lengua y también los dedos mientras tecleo. Prefiero pensar que en el transcurso de éste
tiempo, haya encontrado zapato de su medida. Además, no pretendo alimentar a la violencia.
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Bernardo Stamateas en su libro “Gente
Tóxica”, nos muestra -entre otros- cómo son y cómo se comportan esos a los que llama Descalificadores. Tomad nota de lo que dice y no os permitáis caer nunca en las garras de un
“bicho” de éstos.
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La mentalidad de la persona
descalificadora es avasallante y precisa. Sabe con exactitud cuál es el dardo
que saldrá de su boca, ya que su fin es destruir tu estima. Es detallista:
observará a la perfección cada una de tus acciones para poder así determinar en
qué momento disparar los perdigones. Sus movimientos son tan minuciosos que la
víctima no se da cuenta del lugar que le está cediendo a esta persona y de lo
destructiva que su manipulación puede llegar a ser.
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El descalificador se encargará de hacerte
cumplir sus exigencias o, de lo contrario, te hará la vida imposible. Sea como
fuere, querrá conseguir que pienses, sientas y acciones sólo como él lo desea.
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Pretenden "ser perfectas"; el
descalificador jamás podrá admitir un error, y por supuesto no sentirá culpa
por nada; por otro lado nada de lo que sucede obtiene su atención, con
excepción de aquello relacionado con lo que él quiere alcanzar. A medida que su
víctima le deja espacio, él va ganando territorio. Al cabo de los meses y de
los años, su humor será más irritable y sus contestaciones más hirientes hasta
verse convertido en un ser sumamente difícil para la convivencia.
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Control, poder y más control y poder, es
lo que anhelan estas personas: control sobre tus emociones y tus acciones. La
persona descalificadora se tomará tiempo para conocerte; poco a poco,
encontrará una forma de satisfacer tus necesidades, de llevarte paz y cooperar
contigo, para que, una vez que le hayas dado toda tu confianza, sean sus
palabras y sus decisiones las que tengan poder y peso sobre tu vida.
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Dudarás de tus
capacidades y te preguntarás "¿no será que él tiene razón?, yo no puedo
con todo esto." Y hasta llegarás a dar gracias de que esa persona esté a
tu lado, aunque esté convirtiendo, -sin que tú te des cuenta-, tu servicio o
trabajo en servilismo.
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Desde ese lugar de autoridad y poder, toda
palabra que salga de su boca será aceptada por ti, y como no sabrás cómo
manejar la frustración y la desvalorización continua que recibes, reprimirás
toda la bronca contenida. Como no serás capaz de enfrentar la situación,
inconscientemente te equivocarás más seguido, quedando expuesto a la palabra
autorizada que descalifica y subestima todas tus emociones y capacidades.
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Su forma de pensar es "yo crezco y
tengo poder si soy capaz de destruir tu estima y controlarte." Sin
embargo, esa necesidad ilimitada de demostrar poder sólo es el resultado de una
estima baja, herida, que encuentra valor a sí misma hiriendo y lastimando a
otro.
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Los hallaremos siempre con un ego altísimo, capaz de
invalidar cualquier acción o a cualquiera que trate de superarlos. Son seres
que proyectan en los otros todas las frustraciones e inseguridades que no les
permitieron crecer ni desarrollar su potencial y sus sueños.
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Sin embargo, no es tu destino ni el mío el
tener que convivir con personas cuya meta es limitarte y lastimar
permanentemente tus emociones, ni tampoco nos compete ser su socorrista.
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A partir del momento en que recibimos la
ofensa o el maltrato, lo primero que se activa en nuestra mente es el
preguntarnos y cuestionamos si algo de todo lo que se dijo es verdad o no, y
cuánto hay de cierto y cuánto de error en las insinuaciones que se nos hacen.
Cuando operamos bajo este modelo comenzamos a darle más crédito a las palabras
del descalificador y a su manipulación que a nuestra propia convicción y
acción. Creamos de este modo diálogos internos, derrochamos fuerzas en batallas
estériles, en responder a ecos difíciles de acallar, envenenando nuestra mente
con falsas profecías y manipulaciones que no merecernos.
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La posición de víctima no solo traerá
angustia y frustración a tu vida, sino que también te transformará en la presa
preferida del descalificador, y lo peor de todo es que si por un instante te
animas a responder a su agresión, la culpa por responder y defenderte te
producirá una angustia aún mayor.
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Pero, ¿cómo hacerlo?, ¿cómo controlar al
descalificador?. Podemos confrontar al descalificador, pero esto no dará buen
resultado: él siempre dará vuelta todo el asunto para salir ileso de la
situación y hacer que tú quedes con toda la culpa y la responsabilidad del
asunto. En casos como éste, él te podrá decir: "¿De dónde sacaste esa idea
de que yo te estoy usando?, yo soy tu amigo y nunca te utilizaría", con
una voz dulce y llorosa que te hará pensar: "Tiene razón, qué tonto, cómo
pude pensar eso de él", con lo cual te llenará de angustia y remordimiento
sentir que pensaste mal de él, tornando el descalificador un mayor control no
sólo sobre tu mente sino sobre la situación en general.
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Otro método no muy aconsejable para
controlar al descalificador es, simplemente, actuar como él: eres
descalificado, entonces descalificas, y así sucesivamente. Sin embargo esta
solución no es la óptima, ya que si la eliges, te estarás sumando a su juego,
corriendo el riesgo de salir nuevamente herido.
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Claves para tratar con un descalificador:
- No
lo contradigas: ésta es una batalla que nunca vas a ganar si lo contradices
abiertamente; si insistes con esa estrategia, él se cobrará tu hazaña, ya que
detesta ser confrontado. Es vengativo, y si lo humillas, tu nombre estará
escrito en su memoria para siempre.
- No
lo confrontes en público: por cierto, esta es una humillación que no dejará
pasar por alto. ¿Cómo te atreviste a ofender o a desautorizar la palabra del
todopoderoso?
- Acércate
al descalificador: no seas su amigo, simplemente acércate, para que no te
hiera.
- Sé sutil: pequeños gestos y conductas logran grandes cambios; tal vez te
suene medio loco, pero es una buena forma de empezar.
- Míralo
y sonríe: este es un método más que sencillo para que tomes el control de la
situación; suponte que el descalificador está frente a un grupo de cinco o seis
personas y lo primero que hace es ponerse a discutir contigo con el único
objetivo de demostrar quién tiene el poder. En este caso, lo que debes hacer es
mirarlo con "cara de nada", sonreírle y darle a entender que lo has
escuchado, para así revertir lo más rápido posible la situación de tensión. Sé que es difícil, pero se puede.
- La
conclusión final es "no caigas su juego", no cedas a sus golpes
bajos.
- Comienza
por priorizar tu vida, cuida tus emociones, deshazte de toda la gente tóxica
que por años estuvo cerca tuyo y sigue tu camino.
- Aprende
a ser independiente, a ser el constructor de tu propio destino.
Gracias, Bernardo Stamateas. La lectura de su libro ha hecho cerrar un amargo capítulo de mi pasado.
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Buena Cortesía