02 abril 2013

Libro: Las 48 Leyes del Poder (406)

Anduve por la sección de libros de El Corte Inglés sin encontrar nada que me llamara la atención. Apunto de marchar y casi escondido, lo detecté. Su título: Las 48 Leyes del Poder, hizo que me detuviera y "reculando" hacia atrás lo tomara entre mis manos. Al abrirlo y leyendo lo que decía su Ley nº 1, no lo dudé. Fue un cebo espectacular, así que piqué. No quiero Poder, sólo pretendo comprender cómo se comportan los que lo poseen. Y a decir verdad, su lectura me ha dado alguna que otra luz. Os dejo con algunas de las que más me han llamado la atención. Me reservo alguna que otra, ya que si no, tendríais el mismo poder que yo. ;). Es broma. 

Ley 1. No eclipsar a nuestros superiores. Hay que hacer que los que están por encima de uno se sientan los suficientemente superiores. Aunque uno tenga deseos de complacerles o impresionarles, no hay que pasarse al demostrar las habilidades propias porque provocan el efecto contrario. Si conseguimos que nuestros jefes parezcan más brillantes de lo que son, llegaremos a las cimas del poder.
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Ley 2. No confiar demasiado en los amigos y saber utilizar a los enemigos. No hay que fiarse nunca de los amigos - le traicionan a uno con mayor rapidez, porque sienten envidia con facilidad-. También se convierten en unos mimados titánicos. Pero si se contrata a un antiguo enemigo será más leal que un amigo, porque tiene más que demostrar.
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Ley 4. Decir menos de lo necesario. Se intenta impresionar a la gente con las palabras, cuanto más se dice, más ordinario se parece y menos se controla la situación. La gente poderosa impresiona e intimida diciendo poco. Cuanto más se dice, más posibilidades hay de soltar una tontería.
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Ley 6. Llamar la atención a toda costa. Todo se juzga por la apariencia; lo que no se ve no tiene valor. Por lo tanto, no es bueno perderse entre la muchedumbre ni quedar en el olvido. Hay que destacar. Llamar la atención a toda costa. Es mejor se atacado o difamado que ignorado.
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Ley 9. Ganar a través de la acción, nunca de la discusión. Cualquier triunfo momentáneo obtenido por una discusión no es más que una victoria pírrica: el resentimiento y la animadversión que se crean son más fuertes y duraderos que cualquier cambio momentáneo de parecer. Tiene mucho más poder hacer que los demás cambien de opinión a través de las acciones, sin decir una palabra. Hay que demostrar, no explicar.
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Ley 16. Utilizar la ausencia para aumentar el respeto y el honor. Mucha presencia en el mercado hace que bajen los precios: cuanto más se vea y se oiga a una persona, más corriente parece. Si tenemos una posición en un grupo, una retirada temporal del mismo hará que se hable más de nosotros y se nos tenga más admiración. Debemos saber cuándo marcharnos. Hay que crear valor por medio de la escasez.
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Ley 18. No construir fuertes para protegerse. Aislarse es peligroso. El mundo es peligroso y hay enemigos por todas partes. Un fuerte parece lo más seguro. Pero el aislamiento nos expone al peligro más que nos protege de él; cortamos nuestro acceso a información importante, llamamos la atención y terminamos por ser un blanco perfecto. Es mejor estar en circulación, encontrar aliados, mezclarse con la gente. La muchedumbre sirve de protección contra los enemigos.
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Ley 20. No comprometerse con nadie. Es idiota el que se apresura a tomar partido. No se debe estar a favor de otra causa que no sea la propia. Si se mantiene la independencia, se llegará a mandar sobre los demás poniendo a unos en contra de los otros, haciéndoles ir tras ese poder.
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Ley 22. Utilizar la táctica de la rendición: convertir la debilidad en poder. Cuando se está en la posición más débil, nunca se debe luchar por el honor; hay que capitular. La rendición da tiempo para recuperarse, tiempo para atormentar e irritar al vencedor, tiempo para esperar a que su poder decaiga. No hay que darle la satisfacción de luchar y vencer: es mejor rendirse primero. Ofrecer la otra mejilla enfurece y desestabiliza al enemigo. Hay que convertir la rendición en un instrumento de poder.
Cuando pasa el gran señor, el campesino hace una reverencia y ventosea silenciosamente. Proverbio etíope.
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Ley 35. Dominar el arte de calcular el tiempo. No hay que dar nunca la impresión de actuar apresuradamente -denota una falta de control sobre uno mismo y sobre el tiempo-. Siempre hay que dar la sensación de que se es paciente, como si se supiera que todo se conseguirá con el tiempo. Hay que convertirse en un detective del momento justo; descubrir el espíritu de los tiempos, las tendencias que nos conducirán al poder. Hay que aprender a mantenerse al margen cuando la hora todavía no ha llegado y golpear con fiereza cuando es el momento.
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Ley 36. Pensar como se quiera, pero comportarse como los demás. Si hacemos un espectáculo por ir en contra de los tiempos, y nos pavoneamos de nuestras ideas poco convencionales y nuestras costumbres poco ortodoxas, los demás pensarán que queremos llamar la atención y que les estamos despreciando. Encontrarán una manera de castigarnos por hacerles que se sientan inferiores. Resulta mucho más seguro fundirse con la corriente general y nutrirse de ella. Sólo debemos compartir la originalidad con amigos tolerantes y con aquellos con los que estamos seguros de que apreciarán nuestro carácter único.
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Buena Cortesía

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