08 diciembre 2011

Homenaje al "Compañero Chupón"

fabadiabadenas_marrullero
Haruki Murakami en su último libro -De qué hablo cuando hablo de correr- se define como una persona que no está hecha para los deportes de equipo. Según dice, para bien o para mal, es algo con lo que se nace.
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Tampoco se siente a gusto en algunos de los deportes considerados como individuales. En aquellos en el que el juego se basa en enfrentarse contra otra persona no los considera su fuerte, ya que nunca ha tenido especial interés en competir con otros. Es más, le importa bien poco si gana o le ganan.
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Su interés va más por ver si es o no capaz de superar los parámetros que él da por buenos. En esa búsqueda de superación, el practicar footing o realizar carreras de fondo encajan perfectamente con su mentalidad.
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Si uno prueba a correr una maratón se da cuenta de ello: a los corredores de fondo no les importa demasiado que otro corredor les supere o superar a otro durante la carrera. Por su puesto, si uno llega a ser un corredor de élite de los que aspiran a la victoria, entonces superar al rival que se tiene delante cobra mucha importancia, pero en general, para los que no forman parte de esa élite, una victoria o una derrota en particular no es crucial. 
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Haruki me ha aportado alguna que otra luz tras la lectura de su último libro. Si  hacemos un paralelismo al ámbito laboral, quizás mi naturaleza sea más la de un corredor de fondo individual que compite contra sí mismo, que "pone toda la carne en el asador" y que prefiere depender de sí mismo, que la de aquel que se siente más cómodo formando parte de un grupo, o la de ese otro que disfruta compitiendo contra otro en un duelo continuado y descompensado. Porque tal y como dice Haruki, a mí en según que ocasiones me importa bien poco si gano o me ganan. No va conmigo ese tipo de competitividad. Aunque todo tiene un límite. 
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Tal vez mi "ser" más primitivo se identifique con un corredor de fondo -a veces pienso que mejor sólo que mal acompañado-, pero también es cierto, que mi "otro ser" -el instruido- sabe que "si uno quiere llegar rápido puede ir sólo, pero que si uno quiere llegar lejos, no le queda otro remedio que ir acompañado". Por eso, a lo largo de los años he ido evolucionando hasta convertirme en "remero". Mediante mi fuerza muscular y junto a la de otros,  propulsamos la "embarcación que toca". A veces con timonel -eso está bien-, y a veces también sin timonel -eso no está bien-.
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El "Fernando 1.0" de las maratones da paso al "Fernando 2.0" de la regatas. No termina aquí la cosa. El siguiente prototipo en el que estamos trabajando -el "Fernando 3.0" -, pretende competir en el descenso de ríos y derivados. Su "core" será el trabajo en equipo y la lucha individual contra el medio. La acción de remar pierde peso, ganando en importancia el mantener a flote la embarcación frente a rápidos, corrientes y aguas turbulentas.
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Sin embargo, a pesar de ésa evolución en la que todos de una manera u otra participamos, -unos todavía en la 1.0, otros en la 2.0-, hay personas que en vez de evolucionar, retroceden. Van para atrás. Se salen. Retroceden hasta tiempos pasados, comportándose como cuando eramos niños y jugábamos en el patio del colegio al cuasi único deporte que existía, -el fútbol-.
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Ese deporte de grupo, en el que además de porteros, defensas, medios o delanteros, también existía ese especímen al que llamábamos "chupón". Ese que aprovechándose de sus virtudes se olvidaba de los demás. Ese que tras correr mucho al intentar meter gol, se quedaba de palomero olvidándose de bajar a defender. 
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O aquel otro cuyo papá iba a todos los partidos y no hacía más que hablar y hablar con el entrenador aconsejándole tácticas y formas de hacer, forzando  directa o indirectamente al pobre entrenador a que sacase a su niño a jugar.
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Hace unos días, volví de nuevo a esa niñez. Jugábamos en campo contrario. El partido era amistoso. Eramos tres contra dos. Empecé la reunión con una idea clara: somos un equipo y vamos a ganar. Pero la acabé desilusionado. No fue un equipo lo que allí hubo. Fuimos tres, pero solo dos tuvimos mentalidad de equipo. El tercer integrante puso de manifiesto su verdadera naturaleza. Su comportamiento se asemejó al de ese "chupón" que antes he mencionado.
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Me quitó el balón con malas artes, regateó, regateó y regateó hasta quedarse sólo delante de la portería contraria. No consiguió meter gol, aunque él creyera que sí lo hizo. Todos vimos perfectamente al niño "inmaduro" que no supo estar a la altura.
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- Quizás sea la edad, -me pregunté-.
- Quizás, -me respondí-. 
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Aunque en el libro de Haruki también se menciona que hay gente que corre con la única motivación de no querer que le gane tal o cual persona.
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Tal vez, ése sea el problema de mi compañero el "chupón".
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Buena Cortesía

2 comentarios:

Margarita dijo...

Lamentablemente, esa última posibilidad que planteas es más frecuente de lo que nos gustaría encontrar, pero me sirve para reflexionar y preguntarme en qué perfil de los descritos me encuentro. Me doy cuenta de que al menos, sé en cual de ellos no quiero estar. Porque a vece, aun no sabiendo a dónde voy, es importante saber hacia dónde no quiero ir. Ese es un buen punto de partida. Y aunque el partido no se gane, uno tendrá el placer de sentir que jugando limpio, jugó bien, aunque eso no puntúe...
Abrazotes

Sergio dijo...

Muy buen post, como todos los del blog. ¿Has probado a hablar con él? Muchas veces las cosas no son como parecen y las motivaciones no son las que creemos...