Gustavo Enrique es un profesional de 40 años en una compañía de las muchas que existen, radicada en una ciudad cualquiera de un país determinado.
Me despierto a las seis de la mañana, 1 hora antes de que suene la alarma del móvil. Tengo la sensación de que apenas he dormido, me acongoja pensar en la hora de camino que todos los días tengo hasta el trabajo, que incluye el acceso a la autopista con minutos y minutos de atascos de tráfico.
Ana Elisa, mi mujer, me comenta mientras me visto que todavía no he rellenado los documentos de la rehipoteca y me recuerda que vamos a cenar a casa de los Morales esa noche. La noche anterior, en lugar de salir a correr como me prometí a mí mismo a principios de 2007, me desplomé en el sofá delante de Gran Hermano, cansado, apático y frío.
Y ahora... me encuentro arbitrando ¡YA! una discusión entre los niños e intentando concentrarme en el papeleo incomprensible del banco mientras el desayuno se enfría.
Una vez fuera, justo en el momento de salir, me acuerdo del presupuesto de carpintería para la empresa CFF que he olvidado sobre la mesa. Diez minutos después, con María Fernanda inquieta por llegar tarde al colegio, -otra vez-, estoy en el coche y me doy cuenta de que no le he dado un beso a Ana Elisa para despedirme.
Llego al trabajo, -media hora tarde- y mis compañeros me anuncian que ya he recibido cuatro llamadas, dos faxes urgentes y seis mail superurgentes.
A lo largo del día me doy cuenta de que no dejo de correr, el tiempo de la comida -un pincho de tortilla ya reseco- la empleo en intentar restablecer un poco de orden en la jornada. Me han llamado a dos reuniones de crisis y el jefe me ha interrumpido tres veces mientras intentaba finalizar mi presupuesto de cabinas para ese Centro Comercial que tanto ansía la empresa y que debo entregar al día siguiente. Se alarga mucho más de lo que había previsto debido a llamadas telefónicas inesperadas.
Me acuerdo de los Morales, corro hacia el coche. No recuerdo donde lo he aparcado a primera hora de la mañana y cuando lo encuentro me doy cuenta que no he cogido el presupuesto, así que doy la vuelta para ir a buscarlo, quedándome atascado en la Ronda Norte con toda la gente que sale tarde del trabajo.
Llego a casa fastidiado, frustrado, y Ana Elisa me pone mala cara ya que solo tengo cinco minutos para cambiarme antes de salir a cenar, una cena a la que no quiero ir, no trago mucho a esos Morales......
Toda la cena la paso ausente, sigo pensado en el presupuesto que no he terminado y decido que me levantaré mañana más temprano, sabiendo desde lo más profundo de mi ser que no lo haré.............
¿Os suena?, ¿es nuestro presente?......¿fué el 2006?, ¿ha sido así el 2007?,..... ¡por favor! para éste 2008, escribe tu historia, la del presente............ y, segunda parte: !Escribe la de tu futuro!
Buena Cortesía.
1 comentario:
Hola Fernando, es la historia de nuestra vida, ojalá podamos cambiar algo éste 2008, así te lo deseo yo también a ti y tú familia, por cierto que casualidad que en éste momento estoy leyendo el libro de Boris Izaguirre Villa Diamante y me ha enganchado, me gusta, aún no he terminado pero al igual que le pasa a Ana Elisa quizá a nosotros el futuro nos depara algo mejor, aunque como dice el dicho “Virgencita, Virgencita que me quede como estoy”, a pesar de madrugones, atascos hipotecas y presupuestos interminables…..
Muchos Besos y ¡¡¡Feliz 2008¡¡¡¡¡
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