Qué calor hace. No apetece hacer nada. Uff, que sopor. Quizás no sea ésta una buena época para hablaros de temas económicos, filosóficos, trascendentales o que sean difíciles de digerir. No.
Así pues, intentaré no marearos y traeros lecturas o pasajes curiosos que hayan caído en mis manos durante el largo y crudo invierno. Si tras su lectura consigo que sea el preludio de una fantástica siesta o que os provoque una sonrisa o pensamiento, mi objetivo quedará plenamente satisfecho.
El tema elegido para éste primer "Cortesía de Verano" -así los voy a denominar-, trata sobre las escalinatas que suben desde la calle a la primera planta de los edificios más clásicos de Nueva York o Londres. ¿Por qué allí si y aquí no?. ¿Por qué no se hace ahora? ¿Quieres saberlo?...... Léeme.
A comienzos del siglo XX, unos 200.000 caballos vivían y trabajaban en Nueva York, uno por cada 17 personas. Los carros tirados por caballos atascaban terriblemente las calles, y cuando un caballo desfallecía, se le solía matar allí mismo. Esto causaba muchos retrasos. Muchos propietarios de establos contrataban pólizas de seguros de vida que, para protegerse contra el fraude, estipulaban que la ejecución del animal la llevara a cabo una tercera parte. Esto significaba esperar a que llegara la policía, un veterinario o la Sociedad protectora de Animales. Y la muerte no ponía fin al atasco.
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Los caballos muertos eran sumamente inmanejables. Como consecuencia, las personas que limpiaban las calles esperaban muchas veces a que los cadáveres se descompusieran, para poder cortarlos en trozos con más facilidad y llevárselo en carros.
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El ruido de las ruedas de hierro de los carros y de las herraduras eran tan molesto que algunas de las ciudades prohibieron el paso de caballos por las calles que rodeaban los hospitales y otras zonas sensibles.
Y era espantosamente fácil ser atropellado por un caballo o un carro. En 1900, los accidentes de caballos les costaron la vida a 200 neoyorquinos.
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Pero lo peor de todo era el estiércol. Un caballo medio producía unos 10 kilos de excrementos al día. Con 200.000 caballos, eso son aproximadamente dos mil toneladas de estiércol de caballo. Cada día. ¿A dónde iban a parar?
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Décadas antes, cuando los caballos eran menos abundantes en las ciudades, había un floreciente mercado de estiércol, que los granjeros compraban para llevárselo para abonar sus campos. Pero cuando se produjo la explosión demográfica del caballo urbano, las existencias se dispararon. En los solares, el estiércol de caballo se amontonaba hasta alturas de 18 metros, flanqueando las calles de la ciudad como cuando se apila la nieve a los lados.
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En verano, el hedor llegaba al cielo; cuando llegaban las lluvias, un torrente espeso de estiércol de caballo inundaba las aceras y se metía en los sótanos de las casas.
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¿Comprendes ahora por qué existen esas elegantes escalinatas en los edificios de Nueva York que suben desde la calle hasta la entrada de la primera planta?. Fue un diseño surgido de la necesidad. Permitía que los residentes pudieran subir por encima del mar de estiércol de caballo.
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Buena Cortesía
Del libro Superfreakonomics
2 comentarios:
Parece ser que en todas las épocas se presentan problemas de circulación. Cuando veo películas de esa época no imaginaba que un caballo se podría morir en medio de la calle y los problemas que ocasiona.
Todo tiene su explicación.
Un abrazo
Martín
Gracias Martín. Pues sí, todo tiene su aquel
Un abrazo
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