"Se buscan hombres para viaje peligroso. Salario bajo, frío agudo, largos meses en la más completa oscuridad, peligro constante, y escasas posibilidades de regresar con vida. Honores y reconocimiento en caso de éxito".
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Este fue el anuncio que insertó Ernest Shackelton en The Times en 1914, para reclutar a los 27 hombres que formarían la expedición que debía atravesar el Polo Sur.
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En Espíritu de Aventura, Albert Bosch nos muestra las similitudes que existen entre un emprendedor y un aventurero. ¿Qué tienen en común?. Todo o casi todo. En ambos casos, deben acostumbrarse a vivir con una incertidumbre constante, estar preparados para tomar riesgos; saber gestionar bien la relación entre el éxito y el fracaso; tener la intuición necesaria; ser muy ambicioso con sus objetivos; entender que la soledad formará parte esencial del viaje en muchas ocasiones, y contar con la buena suerte como aliada.
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Es lo que el autor define como los 7 factores clave que una persona necesita para poder ser un emprendedor:
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1 La incertidumbre. "La felicidad requiere que el futuro sea incierto".
2 El riesgo. "El riesgo es no arriesgarse. Es el miedo a perder, lo que nos hace perder".
3 Éxito y fracaso. "Piensa en grande y atrévete a fracasar".
4 La intuición. "La imaginación es más importante que el conocimiento".
5 La ambición. "Tenemos hambre de éxito, el resto sólo es gestión".
6 La soledad. "La soledad es el imperio de la consciencia".
7 La buena suerte. "Sólo triunfa en el mundo quien se levanta y busca las circunstancias, y las crea si no las encuentra.
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Como veis, puede que no todos tengamos madera para soportar las frías tempestades del polo, las tormentas de arena del desierto o el mal de altura que se da en un ocho mil. Pero de lo que no cabe duda es de que todos tenemos una vida en la que debemos ir ascendiendo peldaños. Dicen que lo que no se mueve, se estanca y que por tanto se corrompe, como el gua.
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De alguna manera, Albert lo refleja así en la última parte de su libro: "La seguridad y el bienestar prácticamente se han convertido, en nuestra sociedad actual, en una religión integrista. Y el peor síntoma de ello es que los políticos, como líderes que debieran ser en nuestros respectivos países, ni tan siquiera se atreven a proclamar que no todo tiene que ser protección, y que la gente tiene que aprender a espabilarse algo más por su cuenta. No se atreven a decir que nos ha costado mucho llegar a nuestro nivel de servicios, y que la lucha para poder mantenerlos requerirá muchos esfuerzos de toda la sociedad o que, incluso, habrá que revisar el propio catálogo de prestaciones concedidas".
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De alguna manera, Albert lo refleja así en la última parte de su libro: "La seguridad y el bienestar prácticamente se han convertido, en nuestra sociedad actual, en una religión integrista. Y el peor síntoma de ello es que los políticos, como líderes que debieran ser en nuestros respectivos países, ni tan siquiera se atreven a proclamar que no todo tiene que ser protección, y que la gente tiene que aprender a espabilarse algo más por su cuenta. No se atreven a decir que nos ha costado mucho llegar a nuestro nivel de servicios, y que la lucha para poder mantenerlos requerirá muchos esfuerzos de toda la sociedad o que, incluso, habrá que revisar el propio catálogo de prestaciones concedidas".
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"Al igual que las personas, un país que sólo busca seguridad es un país al que le falta confianza. Y no confiar ni en nosotros ni en nuestro potencial nos comportará proteger tanto nuestras vidas que quizá conseguiremos vivir sin grandes sufrimientos o preocupaciones, pero también cerraremos las puertas a las emociones, a las nuevas ilusiones, o a nuestro propio desarrollo como comunidad realmente feliz, realizada y próspera".
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En cuanto a la juventud, hay que educarles a ser felices en las inseguridades. Se debe inculcar de alguna manera una mentalidad emprendedora. Albert no se refiere sólo al término "emprendedor" aplicado a ser empresario, sino a ser dueño de su propio porvenir, de su propia realidad.
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Hay que mentalizarlos de que no tienen por qué tener una vida mediocre o estereotipada en la que no puedan rebelarse a su destino o en la que el azar decida por ellos. La vida, pese a todas las complejidades del mundo actual, será lo que ellos quieran hacer de ella. Pero para eso hay que hacer.
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Como dijo San Ignacio de Loyola... "Saber sin hacer, es no saber"
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Hay que mentalizarlos de que no tienen por qué tener una vida mediocre o estereotipada en la que no puedan rebelarse a su destino o en la que el azar decida por ellos. La vida, pese a todas las complejidades del mundo actual, será lo que ellos quieran hacer de ella. Pero para eso hay que hacer.
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Como dijo San Ignacio de Loyola... "Saber sin hacer, es no saber"
Buena Cortesía
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