21 septiembre 2012

La Fábula del Aguila

Recuerdo que la primera vez que la oí, fue a un grupo de jovencitas en el autobús. A veces también es bueno y necesario no estar conectado a ipods y gaitas similares. Pensé que hablaban de un libro, así que intenté quedarme con la “copla” para posteriormente indagar.
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Me parecía un poco de “alcahuete” el ir, interrumpirles y preguntarles: ¿Oye eso que estáis hablando, es un libro?. Seguro que me habrían mirado de arriba abajo a la vez que se miraban entre sí, diciendo interiormente -éste tío, ¿nos está entrando?-.
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Desde entonces –hará dos años-, ese recuerdo me viene a la memoria. Lo que les escuché, me llamó poderosamente la atención. No se trataba de un libro ni de una película, sino de una fábula que por el devenir de los hechos actuales me viene de perillas para haceros reflexionar.
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El águila es el ave de mayor longevidad entre las criaturas de su especie. Vive 70 años. Pero para alcanzar esa edad, al llegar a los 40 debe tomar una seria y difícil decisión; sus uñas están apretadas y flexibles y no consigue aferrar a sus presas de las cuales se alimenta. Su pico largo y puntiagudo se curva, apuntando contra el pecho. Sus alas están envejecidas y pesadas, y sus plumas, gruesas.¡Volar se le hace ya muy difícil!
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El águila tiene solamente dos alternativas: morir, o atravesar un doloroso proceso de renovación que dura 150 días. Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí, en un nido cercano a un paredón, en donde no tenga necesidad de volar. Entonces el águila comienza a golpear su pico contra la pared hasta conseguir desgarrarlo y arrancarlo. Debe esperar el crecimiento de uno nuevo, con él que desprenderá una a una sus uñas. Cuando las nuevas uñas comienzan a crecer, tendrá que desplumar sus plumas viejas y esperar a que renazca su plumaje. Después de cinco meses, emprende su vuelo de renovación y ... ¡a vivir 30 años más!.
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Tremendo ¿verdad?. De la lectura de ésta fábula, me salen dos reflexiones. La primera podría ser la típica y tópica del "renovarse o morir", de la que podréis encontrar abundante información en internet, y con la que estoy totalmente de acuerdo. Y la segunda, un poco más personal, y que tiene que ver con la estrategia y la preparación para alcanzar el fin.
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¿Os imagináis que le ocurriría si el águila, después de tomar su decisión, se fuera a uno de esos riscos y siguiera al pie de la letra lo que dice la fábula?. Probablemente moriría de hambre o de frío. Después de padecer todos los sacrificios: destrozar pico, arrancar uñas, desgarrar plumas, ¿cómo comería?, ¿cómo cazaría sin pico, sin uñas, sin plumas?, ¿150 días sin comer?...
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En la vida real, cuando planteas preguntas similares a las anteriores, la gente te dice: ¡no compliques tanto las cosas¡ o ¡ya se verá!.... ante lo cuál un servidor se desespera. Algunas personas cohabitan fantásticamente en la indefinición y/o en la improvisación. Lo que ocurre es que a veces, después de haberte destrozado el pico, las uñas y las plumas, caes en la cuenta de que no has previsto el tener alimento para comer y es cuando te das cuenta de que la vas a palmar. El otro día en uno de mis apuntes, encontré unas reflexiones "vitales" que me hicieron sentir tremendamente bien, puesto que corroboran mi tesis. Amiga águila, no estaría de más, que antes de tomar la decisión, te hicieras unas cuantas preguntas más.
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1.- A un proyecto le sigue una estrategia para conseguir hacerlo realidad.
2.- El estratega "no vive a la espera de los estímulos, sino anticipándolos y creándolos sin parar.
3.- Así funciona la mirada inteligente: anticipa, previene, utiliza información sabida, reconoce, interpreta.
4.- La inteligencia no es un ingenioso sistema de respuestas, sino un incansable sistema de preguntas.
5.- Hasta que no defines un sistema no sabes cuáles son sus partes. Y hasta que no defines o ves esas partes, no sabes si funciona.
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Buena Cortesía

2 comentarios:

Margarita dijo...

Tu asunto del águila me ha hecho mirar hacia adentro. Como en una exhaustiva radiografía. Y lo que veo me confunde. El caso es que yo me había preguntado eso sobre el águila nada más leer sobre el doloroso proceso. Bien, me digo, qué lúcida, nena... aunque no sé si eso es bueno o malo pues, con más frecuencia de la que me gustaría, una se encuentra con gente que casi le reprocha, como si fuese una lacra, ese meditar y prevenir antes para evitar arreglar después...
Y ésto, lo de la previsión, que me ocurre para unas cosas, para las más prácticas de la vida, queda anulado para otras en las que ese otro yo, el visceral y emotivo de mi dualidad pisciana todo lo resuelve con el corazón. Para ciertos asuntos previsión y para otros como el águila: hala, a arrancarme las uñas sin preveer ni siquiera si merece la pena o conviene, ni na, ni na.....ya me dirás tú si ésto no es para hacérselo mirar...

Abrazote sin meditación

Fernando Abadia dijo...

Encuentra el equilibrio. Aseméjate a una bici. Me explico:
La rueda delantera, la que nos hace cambiar de dirección, saltar un bordillo, etc, -tu parte visceral-. Pero también debe haber una rueda trasera que te permita avanzar, que te dé estabilidad, -tu lado previsor-. Cada una se necesita.

Abrazos